El té
La
infusión de té produce una bebida que apaga la sed y estimula. A través de los
siglos se ha extendido en todo el mundo y sus cultores han ideado distintas
leyendas sobre su origen. Más allá de esas fantasías, el té es originario de la
región de Assam, al noroeste de la India.
Hacia el siglo III, se cultivaba en China, y estaba reservado
solo para la clase dirigente; recién se popularizó a fines del siglo VIII. También
en esta época, el se te conoció en Japón, a través de los monjes budistas; estaba
destinado únicamente a la clase aristocrática, y la ceremonia de su preparación,
chanoyu, se convirtió en una
manifestación estética de esta cultura que siempre busca la belleza en los
actos de la vida cotidiana. En el siglo XVII ya se había generalizado su uso
tanto en Japón como en Rusia, El té llego a Europa a través de Venecia a
mediados de 1500, pero se conoció en el resto del continente alguno años mas
tarde. Los comerciantes holandeses de la Compañía de las Indias Orientales lo introdujeron
en Holanda y en Gran Bretaña donde se difundió con gran éxito a pesar de que
fue gravado con muy altos impuestos. Con el tiempo, el imperio británico ha
legado el habito de tomar té bajo el lema Five
o’clock tea (el té de las 17:00), la bebida que acompaña la merienda en
familia o con amigos.
La
elaboración del té
Existen
diferentes calidades de té, originarias de distintos lugares. La India es el principal
productor; le sigue Sri Lanka, China, Japón, Rusia, Indonesia y Pakistán. Pero,
la calidad del té no depende de su procedencia, sino del tratamiento que se le
haya dado a sus hojas, Por ejemplo, la recolección debe hacerse con sumo
cuidado porque de ello dependerá la calidad del té. Las hojas presentan en su
cara interior un vello sedoso y esa apariencia de terciopelo es la que les da
mayor valor. Para obtener el mejor té, se toma la yema terminal y solamente las
dos hojas que la envuelven, Si se recogen más hojas, el té será inferior. Una
vez hecha la recolección, las hojas sufren una serie de procedimientos antes de
llegar al mercado. De acuerdo con estas técnicas, hay dos clases: el té negro y
el té verde.
El té negro: Se consume generalmente en
Europa y América. El proceso de elaboración empieza con el desecado de las
hojas para que se evapore el agua que contienen; una vez desecadas, se
envuelven sobre sí mismas y se las agita con un movimiento de rotación para que
se rompan y suelten los aceites; luego se las deja fermentar en un recipiente
cerrado donde toman color y perfume. El paso siguiente es la torrefacción. Se
interrumpe la fermentación y se las somete al aire caliente de un horno donde
pierden el resto de agua. Una vez que están secas, son cribadas y clasificadas
según el tamaño, en finas, medianas y gruesas. De este proceso pueden obtenerse
distintas variedades de té: fuerte, dulce y perfumado con flores, de hojas
enteras o de hojas partidas.
El té verde: Es el té que no ha sido
fermentado. Las hojas solamente se secan. Se consume en oriente y también en
todos los pueblos de religión musulmana, pues el Corán prohíbe las bebidas
fermentadas.
Ceremonia del
té
La
ceremonia del té (chanoyu), también
conocida como el “camino del té”, es la preparación y el ofrecimiento
ritualizado de té verde en polvo en presencia de invitados. Una ceremonia del
té formal y completa incluye una comida y dos clases de té, y dura
aproximadamente cuatro horas, durante las cuales, el anfitrión dedica todo su
ser a crear un ambiente en el que sus invitados disfruten estética, intelectual
y físicamente, rodeados al mismo tiempo de una gran serenidad.
La
ceremonial del té sirve también para dar una lección de humildad a los
participantes al concentrar la atención en la profunda belleza de los aspectos
más sencillos de la naturaleza –como la luz, el sonido del agua y el brillo del
carbón vegetal ardiendo- y con la fuerza creadora del universo que se
manifiesta a través del esfuerzo humano como, por ejemplo, en la creación de
objeto hermosos. La conversación en la habitación del té gira en torno a estos
temas.
El objetivo
de la ceremonia del té es el del budismo zen –vivir el momento-, y todo el
ritual se prepara para que los sentidos se concentren en ello, para que uno
participe plenamente en la ceremonia y no se distraiga pensando en cosas
mundanas.
Actualmente
es muy raro que una persona en Japón tenga el lujo de poseer una casa de té, o
la motivación para entretener en ella a sus invitados, pero hay millones de
personas pertenecientes a cien o más escuelas de pensamiento diferente
relacionadas con la ceremonia del té por todo Japón. Una vez por semana,
durante todo el año, acuden a sus maestros durante dos horas, compartiendo sus
clases con tres o cuatro personas más. Cada uno se turna preparando el té y
haciendo de invitado. Luego regresan a sus casas y vuelven a la semana
siguiente para hacer lo mismo, mucho lo hacen durante toda su vida.
Durante
ese proceso, el estudiante aprende no solo a hacer té, sino también a hacer el
fuego perfecto con carbón vegetal; a cuidar de los utensilios y a preparar el
té en polvo; a apreciar el arte, la poesía, la cerámica, los objetos laqueados,
la artesanía de la madera, y los jardines; y a reconocer todas las flores
salvajes y la estación en que florecen. Aprender a comportarse en una
habitación de tatami (estera de paja)
y a pensar siempre primero en los demás.
Cada
semana hay ligeras variaciones en la rutina, dedicadas por los utensilios y la
estación del año, para evitar que los estudiantes no se duerman en sus laureles
al practicar. Al estudiante se le recuerda que el “camino del té” no es un
curso de estudio que debe terminarse, sino la propia vida. Existen muchas
oportunidades de acudir a reuniones de té, pero no importa que el estudiante no
vaya nunca a una ceremonia formal de cuatro horas llamada chaji –la culminación de todo lo aprendido- porque lo que importa
es el proceso de aprender: la minúscula acumulación de conocimiento, la puesta
a punto gradual de las sensibilidades y las pequeñas pero satisfactorias
mejoras en la capacidad de hacer frente con elegancia a los pequeños dramas de
la vida diaria. La fuerza del ritual del té yace en el despliegue de la
autocomprensión.
Historia de
la ceremonial del té
Después
de ser importado de China, el té verde empezó a beberse en monasterios y
mansiones de la aristocracia y de la elite guerrera dominante en el siglo XII
aproximadamente. El té se bebió primero como una forma de medicina, y en
monasterios para mantenerse uno despierto durante la meditación. Las primeras
ceremonias de té fueron ocasiones para hacer ostentación de utensilios
preciosos en grandes salones o para celebrar fiestas ruidosas en las que los
participantes adivinaban los orígenes de los distintos tés. Finalmente, a
través de la influencia de los maestros del budismo zen de los siglo XIV y XV,
los procedimientos para servir el té delante de invitados pasaron a ser la
forma de mejora espiritual con la que millones de estudiantes practican ahora
el “camino del té” en las diferentes escuelas existentes en la actualidad.
Un maestro zen del siglo XV –Murata
Juko (1422-1502)- rompió todos los convencionalismos al celebrar un ritual del
té para la aristocracia en una humilde habitación de cuatro esteras y media. El
maestro de la ceremonia del té que perfeccionó el ritual fue Sen no Rikyu
(1522-1591). Rikyu era hijo de un rico comerciante de Sakai, cerca de Osaka, el
puerto comercial más próspero de Japón en el siglo XVI. Gracias a su origen
pudo acudir a las ceremonias del té de los ricos, pero lo que mas le interesó
fue la forma en que los monjes consideraban al ritual del té como
personificación de los principios del zen para apreciar lo sagrado en la vida
cotidiana. Siguiendo el ejemplo de Juko, Rikyu eliminó de la habitación del té
y del estilo de preparación todo lo que no era esencial, y desarrollo un ritual
de té en el que ningún movimiento era inútil y ningún objeto resultaba
superfluo.
En lugar
de usar recipientes importados caros en un salón de recepciones lujoso, hizo té
en una cabaña con techo de paja usando solamente una simple tetera de hierro,
un sencillo recipiente laqueado donde tenia el té, una cucharita y un batidor
para batir té hecho de bambú y una sencilla escudilla de arroz para beber el
té.
La única
decoración en una habitación de té del estilo Rikyu es un pergamino colgante o
un florero colocado en la hornacina. Debido a la falta de decoraciones, los
participantes apreciaban mejor los detalles y se daban cuenta de la simple
belleza que los rodeaba y de ellos mismos.
La
esencia de la Jeremiah
el té de Rikyu fue el concepto de wabi.
Wabi significa literalmente
“desolación”. La filosofía zen toma el lado positivo de esto y dice que la
mayor riqueza se encuentra en la desolación y en la pobreza, porque miramos
nuestro propio interior y encontramos allí la verdadera espiritual, cuando no
encontramos nada que nos ata a las cosas materiales. Su estilo de hacer el té
se llama por lo tanto wabi-cha.
Después
de la muerte Rikyu, su nieto, y posteriormente sus tres biznietos, continuaron
con el estilo Rikyu. Mientras tanto, otras variaciones de wabi-cha fueron apareciendo bajo la influencia de ciertos caudillos
guerreros, cuya elevada posición social les exigía emplear utensilios más
elaborados que los del sencillo wabi-cha.
Aparecieron nuevas escuelas, pero bien se puede decir que el espíritu de wabi-cha constituye el centro de todos
ello. Cuando la clase guerrera fue abolida en la era moderna de Japón, las
mujeres pasaron a ser las que más practicaban la ceremonia del té. Esta
ceremonia fue algo que todas las jóvenes necesitaban estudiar para adquirir
unos modales elegantes y para aprender a apreciar la estética. Al mismo tiempo,
los lideres políticos y de negocios y los coleccionistas de objetos de arte
usaron la ceremonial del té como vehículo para coleccionar y disfrutar de
objetos de arte.
Las escuelas
de la ceremonia del té más grandes de la actualidad son Urasenke y Omotesenke,
que fueron fundadas por los dos biznietos de Rikyu. Bajo su influencia y la de
otras escuelas importantes, el “camino del té” esta siendo enseñado en todo el
mundo, mientras que en Japón, los hombres y mujeres están volviendo a evaluar
el “camino del té” como un medio valioso para obtener el dominio de la vida.
La ceremonia
del Chanoyu
Existen
diversas formas de realizar la ceremonia de acuerdo con cada escuela, y los métodos
varían también según las ocasiones y la época del año. Sin embargo, existe una
similitud básica en los elementos esenciales:
Materiales y
equipos:
a)
La
sukiya o casa de té: Es costumbre
llevar a cabo la ceremonia en una casa especialmente dedicada a ello, que
recibe el nombre de sukiya. Consiste
en una sala de ceremonias, la cha-shitsu;
una sala para los preparativos, mizu-ya;
una sala de espera, yoritsuki, y un
camino de acceso, roji, flanqueado
por un jardín que termina en la puerta de la casa de té. El edificio suele
estar situado en una zona arbolada.
b)
Utensilios:
Los principales utensilios son el cha-wan,
o tetera, el chai-re, recipiente para
el té; el cha-sen, agitador especial
de bambú, y la cha-shaku, un carbón
de servir, de bambú. Estos elementos suelen ser valiosos objetos de arte.
c)
Ropa
y ornamentos: Para la ropa se prefieren los colores poco llamativos. Cuando se
trata de ceremonias formales, los hombres llevan kimonos de seda de colores
liso, con los blasones de la familia y los tradicionales tabi (calcetines) blancos. Las mujeres llevan también kimonos
blasonados de corte tradicional y tabi
blancos. Cada uno de los invitados debe traer un pequeño abanico plegable y
unas cuantas kaishi, que son pequeñas
servilletas de papel.
La ceremonia normalmente, consiste en
las siguientes fases: a) una comida ligera, llamada kaiseki; b) el naka-dachi,
o pausa intermedia; c) el goza-iri,
que es la fase principal en la que se sirve un tipo de té espeso y d) el usucha, fase final donde se sirve té
claro.
a)
Kaiseki: Los invitados, en número de
cinco, se reúnen en la sala de espera. El maestro de ceremonias aparece y los
conduce por el camino del jardín hasta la sala de ceremonias. A un lado del
camino hay un recipiente de piedra con agua fresca en el que los invitados se
lavan las manos y se enjuagan la boca. La entrada a la sala de ceremonias en
muy baja, de modo que los invitados deben entrar agachados, como gesto de
humildad. En la sala hay un horno de albañilería o un brasero portátil para
calentar el agua. Cada invitado se arrodilla ante la capilla o tokonoma y hace una respetuosa
reverencia. A continuación, con un abanico plegable colocado ante si, admira la
estampa o pintura colgada en la pared de la capilla. Luego hace la misma
operación ante el hornillo o brasero. Una vez que todos los invitados han
terminado de admirar estos elementos se sientan; el invitado principal se
coloca mas cerca del maestro de ceremonias que los demás participantes. Cuando
han intercambiado las cortesías de rigor entre los invitados y el maestro de
ceremonias se sirve la kaiseki,
comida ligera que termina con unos dulces a manera de postre.
b)
Naka-dachi: Cuando el maestro de
ceremonias lo indica, los invitados se retiran a un banco colocado en el jardín
interior que rodea la casa de té.
c)
Goza-iri:
El anfitrión hace sonar un gong de metal, situación cerca de la sala de
ceremonias, para indicar el principio de la fase principal del rito. La
costumbre establece que el gong se haga sonar cinco o siete veces. Después de
repetir las abluciones purificadoras en el recipiente de agua fresca los
invitados vuelven a entrar en la sala. Un ayudante retira las persianas de
junco que cubren la ventana por fuera, con el fin de dar más luz al interior.
La estampa o pintura ha desaparecido y, en su lugar, se ve en la tokonoma un recipiente con flores artísticamente
arregladas. Los recipientes de cerámica para el agua y el té están ya colocados
en sus sitios. A continuación, entra el maestro de ceremonias, que lleva en sus
manos la tetera con el agitador de bambú dentro y el cucharón de bambú encima.
Los invitados admiran el adorno floral y la tetera del mismo modo que hicieron
anteriormente con la estampa y el brasero, al principio de la primera fase. El
maestro se retira de la sala de los preparativos y no tarda en volver con el
recipiente para el agua sobrante, la cuchara y el soporte para la tetera o la
cuchara. A continuación, limpia el recipiente del té y el cucharón con un paño
especial que recibe el nombra de fikusa,
y enjuaga el agitador en el cuenco del té, en el que previamente verterá agua
caliente del recipiente colocado al fuego. Luego retira el agua en un
recipiente destinado para ello y limpia el cuenco con el chakin o paño limpio.
El maestro de ceremonias
levanta el cucharón y el recipiente de té y coloca tres cucharadas de matcha (té) por invitado en el cuenco;
seguidamente, llena el cucharón de agua caliente en el recipiente colocado
sobre el fuego, vierte un tercio del agua en el cuenco y devuelve el resto al
recipiente. Luego agita la mezcla con el agitador de bambú hasta que adquiere
un aspecto y consistencia similar a una sopa de guisante espesa. Esta mezcla
recibe el nombre de koicha. El matcha que se utiliza para esta fase de
la ceremonia se hace de las hojas jóvenes de plantas que tengan más de veinte
años de edad, y hasta un máximo de setenta años. El maestro de ceremonias
coloca el cuenco en su lugar correcto, cerca del brasero o del hornillo, y el
invitado principal se deslaza sobre sus rodillas para tomar el cuenco. Este
invitado hace una inclinación a los demás y coloca el cuenco en la palma de su
mano izquierda, al tiempo que lo sujeta por un de los lados con la mano
derecha. Toma un sorbo, alaba su sabor y toma otros sorbos más. Luego limpia la
parte del borde que ha tocado con los labios con una servilleta de papel, y
pasa el cuenco al invitado siguiente para que repita las mismas operaciones. De
esta forma, el cuenco pasa sucesivamente a los demás invitados hasta que todos
han bebido su parte de té. Una vez que ha terminado el último invitado, este
devuelve el cuenco al invitado principal para que lo entregue al maestro de
ceremonias.
d)
Usucha: Se diferencia del koicha solo en que el matcha que se
sirve está hecho de las hojas jóvenes de plantas que tienen entre tres y quince
años. La mezcla verde que se consigue así tiene consistencia espumosa. Las
normas que se observan en esta parte de la ceremonia son similares a las que
rigen el koichi, con las siguientes
diferencias: el té se prepara individualmente para cada invitado con dos (o dos
y media) cucharadas de marcha. Cada invitado debe beber su cuenco entero;
además, cada invitado debe limpiar la parte del borde del cuenco que ha tocado
con los labios con los dedos de su mano derecha y luego limpiarse los dedos con
una kaichi.
Una vez que el maestro de
ceremonias ha sacado los utensilios de la sala, hace una reverencia en silencio
ante los invitados con lo cual indica que el rito ha terminado. Los invitados
abandonan la sukiya, seguidos por la mirada
del maestro de ceremonias.
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